La actividad duró algo más de una hora y resultó bastante entretenida y divertida.
Acompañados de dos personajes se visitan cinco obras del museo. En cada una de ellas los asistentes participan aportando ideas entorno a lo que sugiere la obra y a partir de ahí los dos personajes explican una historia.
Por ejemplo, una de las obras era un espejo sobre el que había dibujado un caballete, de manera que el espectador al situarse enfrente y verse reflejado en el espejo pasa a ser el sujeto a dibujar. A partir de aquí, los niños fueron diciendo escenas que se podían dibujar y que luego han escenificado.
La última obra y la historia que ha originado ha sido la que más risas ha provocado, además de resultar realmente ingeniosa; me explico, la pieza era una caja de metacrilato llena de objetos viejos y rotos (restos de máquinas registradoras, tubos de plástico...) que, en apariencia, no sirven para nada, pero que el autor al meterlas en la caja les ha dado una utilidad. Pues bien, la actividad a desarrollar, que además, ha sido la mas participativa, ha consistido en que cada participante (niño o adulto) escribía un pensamiento, un sentimiento o una idea. Todos los papeles se depositaban en una cajita y partiendo de una historia los dos personajes han ido extrayendo papeles que leían y que servían como conductores de la historia que se iban inventando.
Las piezas que se visitan son Lo vi en Bolonia de Juan Muñoz, Pupitre del Equipo Crónica, Caballete con lienzo de Michelangelo Pistoletto, Cenotafios de Antonio Miralda y El cerebro electrónico (Acumulación de máquinas) de Arman.
Dejo unas fotos del taller que aunque son malísimas y movidas ayudan a tener una mejor idea de la actividad.
En todo caso, me parece una gran idea que se realicen actividades para niños en los museos porque les acerca a estos espacios tan estupendos.
Feliz semana.
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